La tradición política portaliana se basa en la idea de un gobierno robusto, con autoridad y eficacia, cuyos objetivos son los permanentes de la nación chilena, actuando por sobre grupos e ideologías. Esto permite comprometer su acción en beneficio exclusivo del bien común. De ahí la necesidad de un Estado capaz de mantener su independencia de cualquier grupo social o de interés que pretenda capturarlo, constituyéndose en árbitro neutral de las luchas sociales, políticas y económicas del país. El Estado de tipo portaliano no debe solamente tener la capacidad de hacer cumplir la ley y de sancionar a quienes la infringen, sino también la de convertirse en fuerza moral capaz de guiar el desarrollo económico y social de la nación. Por último, podemos afirmar que el Estado portaliano es también el gran educador de la nación, capaz de someter a sus dirigentes a una rigurosa moralidad en la función pública y a sus ciudadanos, forjarlos en la virtud pública indispensable para su vida en sociedad.