Política, historia y literatura han sido una combinación de lo que se llama pensamiento histórico, una forma moderna de interpretar el mundo en que nos encontramos. El estudio de la historia abarca muchas otras áreas, innumerables como las caras de la misma realidad. Sin embargo, siempre volvemos a esta tríada, que es la principal vía de ingreso al mundo que va desde el siglo XIX a lo que llevamos del XXI. Totalitarismo, autoritarismo y democracia ocupan un lugar de privilegio en cualquier reflexión sobre el desenvolvimiento político del siglo XX, en una pregunta que no cesa de plantearse aunque se transforma sin cesar. Conciliar las condiciones de supervivencia de la sociedad abierta y su convivencia con la herencia cultural y las respuestas de los siglos que nos precedieron es una de las condiciones básicas para afrontar con fecundidad nuestro presente.