Los líderes morales existen, pero no podemos verlos. Más aún, ante la desconfianza social predominante, en vez de creer en ellos, intentamos controlarlos a todo evento. Flanqueados por una sociedad masificada, que rinde culto a la transparencia, el control y la conectividad, los líderes se ven privados de espacios de conversión interior en que puedan forjar aquella estatura moral que nos ha permitido admirarlos a través de todos los tiempos.
Este ensayo busca en las raíces filosóficas e históricas de la sociedad contemporánea las causas del actual vacío de liderazgo público, para luego esbozar una original propuesta.