La sola época obliga a tomar el libro en consideración. La década del treinta del siglo xx —si seguimos la interpretación de Joaquín Fermandois— fue un verdadero “tiempo-eje” de nuestra historia; el punto de referencia más dinámico del siglo pasado, donde, el tensar de las almas imprimió una potencia que irradiaría el tronco católico y todo su entorno. Una generación que, dicho sea de paso, también Fermandois califica como una de profunda crisis y renovación espiritual.