El 10 de octubre de 2003 una diputada de Renovación Nacional detonó una bomba política al vincular a tres senadores con la investigación al empresario Claudio Spiniak por una supuesta red de pedofilia. Los medios de comunicación de izquierda -algunos de ellos recién aparecidos- hicieron eco de esta denuncia basada en rumores que, a punta de testimonios falsos, sacó el caso de las páginas policiales y las llevó a las de política. A través de portadas acusatorias y escandalosas pautearon a la opinión pública, montando un juicio popular en contra del senador UDI Jovino Novoa. La causa de los niños inducidos a la prostitución fue la excusa para una explosión de resentimientos en contra los «abusadores» y los “poderosos”. El caso convulsionó a la sociedad chilena hasta que, nueve meses después, la denunciante Gemita Bueno confiesa en los medios que “todo, todo, todo es mentira” y que “me pasé por la raja a todo Chile” (sic). A 20 años del episodio, la periodista Pilar Molina reconstituye las piezas aquella torcida conspiración política, la cual terminó destruyendo no solo la imagen de un senador de la República, sino socavando también la confianza de la ciudadanía en sus instituciones.